miércoles, 2 de abril de 2014

LO ORIGINAL DE LA REVOLUCIÓN VASCA



“¿Puede un comunista, que es internacionalista, ser al mismo tiempo patriota? Sostenemos que no sólo puede, sino que debe serlo.”

Mao Tse-tung. “El papel del Partido Comunista de China en la Guerra Nacional”.

Euskal Herria es una pequeña nación situada en el corazón de la Europa capitalista. Una nación dividida y sometida por dos grandes Estados, el español y el francés. En ese contexto de opresión nacional, la clase obrera y el conjunto del pueblo trabajador vasco también están sufriendo la explotación social por parte de la gran burguesía española y francesa, así como de la propia burguesía vasca.

La confluencia o superposición, en Euskal Herria, de la explotación capitalista y de la opresión nacional, configuran una situación peculiar y diferenciada de la que existe en otras zonas o regiones de ambos Estados. Es por ello que la lucha de clases y la lucha por la liberación nacional, se desarrollan de forma simultánea y  que ambos procesos se entrelazan e influyen recíprocamente.

En este artículo nos vamos a centrar en Hegoalde porque es aquí donde se concentra la mayor parte de la población de Euskal Herria; y también donde las condiciones histórico-concretas (económicas, políticas, sociales, psicológicas y culturales) han dado lugar a una mayor agudización de las contradicciones. Es por ello que, en más de una ocasión, hemos definido el contexto en que se desarrolla este proceso como un marco nacional autónomo de lucha de clases.

Para comprender mejor este concepto y lo que ello implica, debemos hacer uso de las categorías de análisis que nos proporciona el Materialismo Dialéctico. En concreto, nos referimos a la relación entre lo singular, lo particular y lo universal.

Según esto, cada objeto y cada fenómeno de la realidad posee unas peculiaridades que permiten distinguirlo de los demás. Es lo que constituye su singularidad. Pero, además, cada objeto y cada fenómeno también tiene unos rasgos comunes que le permiten parecerse a otros. Esto es lo que constituye su universalidad.

Si los rasgos individuales (lo singular) distinguen a unos objetos o fenómenos de otros, los rasgos generales (lo universal) les asemejan entre sí. Las categorías de lo singular y lo universal, expresan la unidad dialéctica entre lo diferenciado, lo diverso, y lo semejante, lo común, en el seno del propio objeto o fenómeno. Pero, entre ambas categorías existe una especie de nexo de unión, de vínculo, que es la categoría de lo particular. Lo particular es más amplio que lo singular, pero menos amplio que lo universal.

Dicho de otra forma, lo singular posee también rasgos generales. Cuando esos rasgos generales son comunes a un reducido grupo de objetos o fenómenos, nos referimos a lo particular; y cuando son comunes a todos, lo hacemos a lo universal.

La opresión nacional que sufre  el Sur de Euskal Herria por parte del Estado capitalista español, constituye lo singular; mientras que lo universal es la explotación a que está sometida la clase obrera del conjunto del Estado español, incluida la vasca. Mientras que la opresión nacional constituye la diferencia, la explotación social constituye la semejanza, el aspecto común. La primera da lugar a una contradicción nacional, mientras que la segunda da lugar a una contradicción social (de clase).

Por otra parte, en el Estado español también hay otros pueblos oprimidos, otras naciones dominadas que luchan por su emancipación. Cada una de ellas constituye una singularidad, pero entre ellas existe un aspecto común que es el de estar nacionalmente oprimidas por un mismo Estado burgués. Constituyen una particularidad. En el caso del Estado español, este es el nexo entre lo singular y lo universal.

Para tratar correctamente las diversas contradicciones que se desarrollan en el marco general del Estado español, se deben considerar los distintos aspectos que acabamos de enumerar, la interrelación entre unas y otras categorías. Sólo desde una postura dogmática se pueden ignorar las diferencias entre ellas y ver sólo sus aspectos comunes, sus semejanzas. Por el contrario, los comunistas, ya seamos vascos, catalanes, gallegos o españoles, debemos tenerlas todas en cuenta y comprender sus relaciones dialécticas, para poder tratarlas adecuadamente.

En un artículo publicado anteriormente ya expusimos una serie de argumentos que demostraban la singularidad de la situación vasca [1]. Es por ello que no vamos a volver a repetirlos. Sin embargo, en ese mismo sentido, vamos a desarrollar otros nuevos que vienen a reforzar aún más esa caracterización.

Las revoluciones que hemos considerado siempre como más paradigmáticas, especialmente la rusa y la china, tuvieron lugar en unas condiciones histórico-concretas muy distintas a las que existen hoy día en el Sur de Euskal Herria.

En Rusia y en China, la mayor parte de la población habitaba en las zonas rurales y el campesinado pobre era la clase mayoritaria. En ambos países el proletariado era una clase poco numerosa (aunque en Rusia estaba más concentrada, en algunas zonas industriales y/o mineras) y la burguesía era débil.

La Revolución de Octubre de 1917, se produjo en algunas de las ciudades más importantes de Rusia, como Petrogrado y Moscú, y fue la clase obrera quien impulsó la insurrección, tomando el poder en unos pocos días, contando con el apoyo de algunos destacamentos de marineros y de soldados.

Si bien, en un principio, el campesinado no participó en ella, más tarde, con el estallido de la guerra civil (1918-1921) entre el joven poder soviético y los ejércitos reaccionarios blancos, apoyados por todas las potencias imperialistas, los bolcheviques impulsaron la alianza obrero-campesina como columna vertebral del nuevo poder revolucionario.

En China, la  revolución adoptó la forma de una guerra popular prolongada, que se desarrolló en varias fases: la Primera guerra civil revolucionaria (1926-1927), la Segunda guerra civil revolucionaria (1928-1937), la Guerra de resistencia contra el Japón (1937-1945), y la Tercera guerra civil revolucionaria (1945-1949). A lo largo de todas ellas, el campesinado fue la fuerza motriz principal, mientras que el proletariado chino, menos numeroso, fue la clase dirigente de la revolución.

A diferencia de Rusia y China, las dimensiones territoriales del Sur de Euskal Herria son reducidas y en el territorio vasco vive una pequeña población. Ésta, en su mayoría, habita en las zonas urbanas. El campesinado es muy poco numeroso. Y, también al contrario que en Rusia y China, la clase obrera es la más amplia de la estructura social vasca. Por otra parte, también a diferencia de Rusia y China, en Hegoalde existe una pequeña burguesía bastante numerosa, y la burguesía media tiene una relativa importancia tanto desde el punto de vista económico como del político.

Rusia y China tuvieron una corta experiencia democrático-parlamentaria. En Rusia, la revolución burguesa se produjo en febrero de 1917 y ya en octubre tuvo lugar la revolución soviética. En China, la revolución burguesa tuvo lugar en 1912, pero en la práctica sus efectos sólo se dejaron sentir en algunas zonas del país, sobre todo en las ciudades más importantes. Mientras tanto, el campo seguía dominado por los terratenientes semifeudales, y en vastas regiones dominaban los “señores de la guerra” y escapaban al control del gobierno central

Sin embargo, en Euskal Herria existe una experiencia democrático burguesa bastante más dilatada. En Iparralde, desde la Revolución francesa de 1789. Y  aunque en el Estado español no tuvo lugar la revolución burguesa, en Hegoalde fue importante (más bien intensa) la experiencia de la II República y la primera autonomía, especialmente en Bizkaia y Gipuzkoa. Posteriormente, tras el final de la dictadura franquista, la experiencia democrático parlamentaria burguesa lleva ya durando casi cuarenta años.

A diferencia de Rusia y China, donde la mayoría de la población obrera y campesina no tenía acceso a la enseñanza, en Euskal Herria el nivel de educación es relativamente elevado. La enseñanza es obligatoria hasta los 16 años y hay un número importante de personas con nivel de enseñanza superior.

Se trata de uno de esos pequeños pueblos oprimidos de Europa Occidental cuya lucha por su emancipación podría alcanzar un elevado grado de resistencia, debido a sus propias condiciones materiales y espirituales de existencia, a los que Lenin consideraba “cultos” y “altamente desarrollados” y que tenían la peculiaridad de encontrarse en el corazón del imperio, lo que hacía que su lucha pudiera tener una mayor trascendencia que las insurrecciones coloniales [2].

Euskal Herria es, sin duda, una de esas naciones a que se refería Lenin. Situada en el corazón de los países capitalistas desarrollados, pertenece a la UE, aunque no como  un Estado independiente, sino por formar parte del territorio administrado por dos de sus Estados miembros. Estados que, como la mayoría de los pertenecientes a la UE, también son miembros de la OTAN, la alianza militar que sirve de instrumento de dominación al imperialismo yanqui.

Una Euskal Herria que posee una economía relativamente desarrollada (por su grado de industrialización, su nivel tecnológico y sus relaciones comerciales con el exterior) y que cuenta con una buena posición geoestratégica, tanto en relación con Europa como con el continente americano; pero en la que concurren y se entrelazan la explotación capitalista y la opresión nacional. Todos estos aspectos confieren una fuerte singularidad a Euskal Herria, una singularidad especial.

Lenin mostró una enorme capacidad para tener en cuenta las condiciones especiales (sociales, económicas, políticas, culturales, étnicas, etc.) que podrían tener algunas naciones para acceder al socialismo y mostró una gran flexibilidad a la hora de admitir distintas “vías” para ello:

“… Todas las naciones llegarán al socialismo, esto es inevitable, pero no todas lo harán exactamente de la misma manera, cada una contribuirá con algo propio, a tal o cual forma de democracia, a tal o cual variedad de dictadura del proletariado, a tal o cual variación en el ritmo de las transformaciones socialistas en los diferentes aspectos de la vida social. No hay nada más primitivo desde el punto de vista de la teoría, o más ridículo desde el de la práctica, que pintar, “en nombre del materialismo histórico, este aspecto del futuro de un gris monótono…” [3].

Igualmente, también manifestó su disposición a admitir que algunas naciones podrían necesitar de un Estado independiente para avanzar hacia el socialismo:

“…Pues el hecho es que nosotros no sabemos, ni podemos saber, qué numero de naciones oprimidas necesitará en la práctica la separación para contribuir con algo propio, a las diferentes formas de la democracia, a las diferentes formas de transición al socialismo” [4].

Todo ello no puede sino hacernos reflexionar sobre las características que pueda tener el proceso transformación social y de emancipación nacional que tratamos de impulsar en Euskal Herria. Debemos aprender de todas las revoluciones y experiencias concretas habidas hasta ahora, de sus  aciertos y de sus errores. De sus logros y de sus fracasos. De sus avances y de sus retrocesos. Pero no podemos copiar, extrapolar, de ninguna de ellas. No tenemos ninguna receta. No existe ninguna fórmula mágica.

El hecho de que, a diferencia de los dogmáticos, resaltemos la singularidad vasca, no significa que nuestra revolución deba ser un proceso aislado. El que la futura revolución vasca y la revolución española sigan cursos relativamente independientes o aquella constituya un proceso específico (autónomo y  diferenciado) de esta última, no dependerá de nuestros deseos, sino de la realidad.

Dependerá del desarrollo dialéctico de las distintas contradicciones, sociales y nacionales. De la mayor o menor agudización de unas y otras. De su distinto o similar ritmo de desarrollo. Pero en cualquier caso, los comunistas vascos, sin hacer dejación de nuestra soberanía, habremos de esforzarnos para forjar estrechos lazos de cooperación y de coordinación estables con los comunistas revolucionarios del resto del Estado español [5].

Tengamos en cuenta que, hasta ahora no se ha producido ninguna revolución en un país capitalista desarrollado, en un país imperialista. Por ello, nos enfrentamos a lo desconocido. ¡Estamos obligados a inventar!

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NOTAS

1.- Ver: “Sobre el ámbito organizativo del partido”. SUGARRA (07-04-2011). Apts. 5 al 10.

2.-  Ver: Javier Villanueva. “Lenin y las naciones”. Editorial Revolución. Madrid, 1987. Pág. 293.

3.- V. I. Lenin. “Una caricatura del marxismo y el economismo imperialista” (Escrito entre agosto-octubre de 1916. Publicado por primera vez en 1924 en los números 1-2 de la revista “Zviezda”). Obras Completas. Tomo XXIV, pág. 72. Editorial Akal. Madrid, 1977.

4.- Idem. Pág. 73.

5.- Ver: “Sobre el ámbito organizativo del partido”. SUGARRA (07-04-2011). Apt. 12.