jueves, 8 de mayo de 2014

EUROPA (1648-1945): CAPITALISMO, CRISIS, GUERRA Y REORGANIZACIÓN TERRITORIAL

La UE actual, la Europa de los 28, hunde sus raíces en el sistema de Estados que se fue gestando en nuestro continente a partir del siglo XVII. Un sistema político y económico que surgió y se desarrolló en medio de grandes conflictos que tuvieron lugar tanto en el interior de los propios Estados como entre unos Estados y otros. Conflictos que, generalmente, se han resuelto por medio de la violencia y de la guerra.

Hoy día, todo parece indicar que esa UE que nos han presentado muchas veces como símbolo de paz y de concordia, como sinónimo de cooperación entre los distintos Estados europeos, atraviesa una profunda crisis. En las próximas líneas trataremos de poner de manifiesto sus principales rasgos, así como de desentrañar sus causas más profundas y prever su posible evolución, es decir, la tendencia de su desarrollo. Pero, ahora, vamos a detenernos un poco en el proceso de gestación de la Europa actual.

1.- El surgimiento del Estado moderno en Europa.

Algunos de los Estados que hoy forman parte de la UE remontan su origen a finales de la Baja Edad Media o a principios de la Moderna. Tal es el caso del Estado español, del francés y del inglés.

En esa época, como consecuencia de la actuación de una serie de factores económicos, sociales, políticos y militares, tuvo lugar un proceso de centralización del poder político que se inició a partir de las distintas monarquías feudales y que dio lugar a las nuevas monarquías centralizadas y autoritarias, también conocidas como “monarquías renacentistas”. Es entonces, cuando el modo de producción capitalista se encuentra en sus inicios, cuando surge el Estado moderno.

El proceso centralizador del que surgió el embrión del Estado español tuvo lugar con los Reyes Católicos, a finales del siglo XV, tras una serie de guerras entre los distintos reinos peninsulares. Un proceso similar fue el que iniciaron los reyes de la dinastía de los Capetos y continuaron los de la Valois, que culminó tras la finalización de la Guerra de los Cien años (1339-1453), y que acabarían consolidando el Estado francés. En Inglaterra, los monarcas que impulsaron el proceso centralizador fueron los de la dinastía Tudor, después de la Guerra de las Dos Rosas (1455-1485).

2.- El sistema de Estados europeos y su evolución.

Desde el siglo XVII, la organización político-territorial europea ha sufrido importantes modificaciones. Estas han estado siempre íntimamente ligadas con la lucha entre las clases dominantes de los distintos países y han sido una consecuencia directa de la redistribución, entre ellas, del poder político y económico, lo que generalmente ha tenido lugar por medio de la guerra. En la historia de Europa se han producido, hasta ahora, cuatro grandes reorganizaciones político-territoriales:

2.1.- La primera reorganización.

Se desarrolló por medio de la Guerra de los Treinta años (1618-1648) que, por primera vez, tuvo un carácter mundial [1]. Pero esta guerra se superpuso a la guerra de liberación que durante ochenta años mantuvo la joven república protestante holandesa [2] contra el Imperio español y que acabó destruyendo los fundamentos de su poderío, que en aquella época se basaba en un sistema de monopolio del comercio internacional, ya que afectó seriamente a la base económica de la que entonces era la primera potencia mundial, el comercio con América Latina [3].

La Paz de Westfalia (1648), tuvo las siguientes consecuencias:

a)    El fin del predominio de los Habsburgo en Europa. En Alemania prevalecen los derechos, prerrogativas, libertades y privilegios de los príncipes frente al poder central imperial. El imperio se fracciona en una confederación de más de trescientos Estados independientes. Austria se separa, por primera vez, del imperio.

b)    La Paz de Westfalia reconoció la independencia de los Países Bajos, así como también (aunque sólo formalmente) la de Portugal, ya que este último país todavía tendría que mantener una larga guerra contra el Estado español (1641-1665) hasta conseguir su independencia efectiva, reconocida por el Tratado de Lisboa (1668).  Todo ello marcó el declive de la hegemonía española y el inicio de su decadencia.

c)    Surgen nuevas potencias europeas: Francia, como potencia continental; Suecia, en la zona del Báltico; y Holanda, como potencia comercial.

d)    Se crean las condiciones que harían posible la Revolución Industrial en Inglaterra y, con ello, el inicio del primer ciclo de acumulación capitalista (1760-1848).

2.2.- La segunda reorganización.

La Revolución Industrial se inició en Inglaterra a mediados del siglo XVIII. Hubo una serie de factores que posibilitaron que se desarrollase precisamente allí y no en ningún otro lugar:

a)    Las transformaciones políticas y económicas introducidas por las dos revoluciones inglesas. Durante la primera de ellas (1648-1660), dirigida por Cromwell, se promulgó el Acta de Navegación [4]. La segunda (1688), que fue consecuencia de un pacto entre la nobleza y la burguesía inglesa, permitió que se estableciesen los impuestos, se proclamase la libertad de prensa, se declarase la inamovilidad de los jueces, y se modificase el carácter del ejército, que dejó de ser permanente. Todo lo cual contribuyó a crear el marco jurídico-político apropiado para la conversión de Inglaterra en la primera potencia comercial (capitalista) del mundo;

b)    una posición geográfica favorable. Su condición de isla, protegió a la economía inglesa de la influencia de varios factores que retardaron y obstaculizaron el temprano desarrollo del capitalismo en el continente;
c)    el rápido aumento de la población que tuvo lugar en el siglo XVII y principios del siglo XVIII;

d)    la concentración de manufacturas en la lana (hilado y tejido) permitió el aprovechamiento de las máquinas, a diferencia de la producción francesa que se centraba en los artículos de lujo;

e)    la temprana integración territorial del Reino Unido (1707) que permitió la uniformización del mercado interior;

f)      la existencia de yacimientos mineros de carbón y de hierro; y

g)    la situación internacional favorable, creada a raíz de la finalización de la Guerra de los Treinta Años, y de la victoria sobre Holanda en las tres guerras navales que mantuvo con ese país durante el siglo XVII.

Pero el ascenso de Francia como potencia continental estaba agudizando las contradicciones entre la burguesía industrial inglesa y la burguesía comercial francesa (que todavía no había conquistado el poder político). El triunfo de los Borbones en la Guerra de Sucesión Española (1701-1714), reforzó la posición de Francia. Esta guerra, también tuvo un alcance internacional ya que se extendió desde el territorio español y francés hasta el sur de Alemania, los Países Bajos y el Mar del Norte. Casi simultáneamente a este conflicto se desarrolló la Gran Guerra del Norte (1700-1721), en la que se enfrentaron, principalmente, Suecia y Rusia, por el dominio  sobre el mar Báltico.

Se estaban empezando a gestar las condiciones para la segunda reorganización político-territorial de Europa, que tendría lugar una vez finalizadas las guerras napoleónicas, y a la que nos referiremos más adelante.

Francia e Inglaterra se volvieron a enfrentar durante la Guerra de Sucesión Austriaca (1740-1748), en la que se superpusieron dos conflictos principales: la Guerra del Asiento (1739-1748)  que se desarrolló en el escenario del Mar Caribe y en el que se enfrentaron las flotas y tropas coloniales inglesas y españolas (estas últimas con el apoyo francés), y que finalizó con la derrota inglesa; y el propio conflicto continental, por el control de Silesia (una región situada actualmente en Polonia, pero cuyo territorio histórico se extendía por parte de Alemania y la actual República Checa).

En esta guerra participaron, por una parte, Prusia que contaba con el apoyo de los electorados de Baviera, Brandeburgo y Sajonia, así como de los reinos borbónicos francés y español; y por otra, Austria que mantenía su dominio sobre Silesia y que contaba con el apoyo de Gran Bretaña, las Provincias Unidas, así como del electorado de Hannover. Por esta guerra, Austria tuvo que renunciar a su dominio sobre Silesia, a favor de Prusia, y España vio ratificada su posición de potencia atlántica frente a Gran Bretaña.   

El enfrentamiento franco-británico continuó durante la Guerra de los Siete Años (1756-1763). Este conflicto tuvo como objeto establecer el control definitivo sobre el territorio de Silesia y lograr la supremacía colonial en América del Norte y en la India. En esta guerra tomaron parte, por un lado, Prusia, Hanóver y Gran Bretaña, con sus colonias americanas y su aliado Portugal, que se sumó algo más tarde; y por otra parte, Sajonia, Austria, Francia, Rusia, Suecia y España, esta última a partir de 1761. Se produjo un cambio de coaliciones con respecto a la Guerra de Sucesión Austriaca, pero el conflicto de Silesia y el enfrentamiento franco-británico continuaron siendo los aspectos principales.

El 10 de febrero de 1763 se firmó el Tratado de Paris, que puso fin al enfrentamiento en el escenario colonial. Por este acuerdo, Francia perdió la mayor parte de sus posesiones coloniales en Asia y América. El 15 del mismo mes, se firmó el Tratado de Hubertsburgo, por el que se confirmó la soberanía de Prusia sobre el territorio de Silesia y Prusia alcanzó el rango de potencia europea.

Otro acontecimiento de gran importancia, que contribuyó a debilitar, aunque tan sólo temporalmente, el poderío colonia británico, fue la Guerra de la Independencia de los Estados Unidos (1775-1783), que sostuvieron las Trece Colonias americanas (colonias costeras de Inglaterra en el Atlántico norte) contra la metrópoli y que culminó con la aceptación de su independencia por parte del Parlamento británico. Finalmente, en 1789 se produjo la Revolución francesa, mediante la cual, la burguesía (comercial e industrial) francesa derrocó a la monarquía absoluta y se adueñó del poder político. Todos los acontecimientos que hemos descrito hasta ahora tuvieron lugar durante la fase expansiva de ese primer ciclo de acumulación capitalista. Una fase que duró aproximadamente desde 1760 a 1800.

Las guerras napoleónicas.

Hasta el triunfo de la Revolución de 1789, la base de la economía francesa estaba representada por el comercio, la agricultura y las profesiones liberales. Las iniciativas de desarrollo de la industria habían tenido su origen en el Estado, bajo los reinados de Luis XV y Luis XVI. Pero las empresas industriales no llegaron a progresar ni a desarrollarse tanto como en Inglaterra. De hecho, en 1876, Francia había firmado un tratado comercial con Inglaterra que desató una fuerte competencia por parte de los productos ingleses y que produjo una grave crisis en la débil industria francesa. Todo esto, unido al hambre provocada por las malas cosechas, dio lugar a una serie de levantamientos populares que culminarían con la Revolución burguesa de 1789.

Napoleón pretendió cambiar esta situación y sentar las bases de una economía industrial moderna, pero ya no disponía ni de colonias, ni de un comercio internacional  lo suficientemente potente como para haber constituido la base de la industrialización francesa [5]. Por ello, se dispuso eliminar el retraso francés respecto a Inglaterra mediante la estrategia del “bloque continental” [6], que consistió en impedir que los productos manufacturados ingleses llegasen al continente, con el fin de provocar la bancarrota financiera de Inglaterra.

Pero esta medida debe inscribirse en el contexto de las guerras napoleónicas que tuvieron lugar entre 1802 y 1815 [7] y que se desarrollaron simultáneamente en varios escenarios (Europa, Norteamérica y Caribe, el río de la Plata, el Océano Atlántico y el Índico), teniendo como principales contendientes a Francia e Inglaterra (cada una de ellas  con diversos aliados). Las guerras napoleónicas finalizaron con la derrota de Francia y el restablecimiento del absolutismo en Europa, mediante el Congreso de Viena (1814-1815).

Como consecuencia de la nueva reorganización de Europa que se llevó a cabo en dicho congreso, Francia perdió todas sus conquistas y volvió a sus fronteras de 1792, siendo rodeada de un cinturón de “Estados tapón”: la Prusia renana, el nuevo reino de los Países Bajos (Bélgica y Holanda), así como el reino de Saboya-Piamonte; Inglaterra se aseguraba el control de las rutas marítimas; Rusia se convertía en una gran potencia, obtenía la mayor parte de Polonia (incluida Varsovia), conservando Finlandia y Besarabia; Austria renunciaba a Posnania, aunque recibía Istria y Dalmacia (que le permitían ejercer su influencia sobre Italia), al mismo tiempo que se proclamaba la independencia de la república de Cracovia; y Prusia recibía la parte septentrional de Sajonia, así como otros territorios; Suecia se anexionaba Noruega (excepto Islandia, Groenlandia y las Islas Feroe); Dinamarca obtuvo Holstein y Lavemburgo; y en la Península Ibérica se volvió a restaurar el absolutismo. Esta reorganización política de Europa tuvo lugar durante la fase recesiva del primer ciclo de acumulación, que duró aproximadamente desde 1800 a 1848 [8].

Debido a las contradicciones internas del desarrollo capitalista, la estrategia económica de Napoleón no dio el resultado esperado. Aunque en algunas zonas, como ocurrió en Alemania, el bloque continental tuvo repercusiones positivas (sobre todo en Sajonia y en la cuenca del Ruhr, donde la eliminación de la competencia inglesa permitió un aumento de la producción y la introducción de innovaciones tecnológicas), en general, las industrias producían para los mercados nacionales, de tamaño más reducido, mientras que Inglaterra lo hacía para el mercado mundial.

Por ello, esas industrias no podían crecer y llegar a representar una amenaza, por la competencia, para Inglaterra que, además, llevaba una considerable ventaja en el campo de la tecnología. Por otra parte, el hecho de que Francia estuviese volcada hacia el continente dio una libertad casi absoluta a Inglaterra en el comercio marítimo. Una vez finalizadas las guerras napoleónicas, Inglaterra logró reafirmar su superioridad económica y en el campo internacional llegó a ocupar el papel hegemónico que todavía mantendría durante más de un siglo [9].

2.3.- La tercera reorganización.

En el periodo siguiente, durante la fase expansiva del segundo ciclo de acumulación capitalista (1848-1893), que fue conocida como la “primera edad de oro del capitalismo” y que duró desde 1848 a 1873, aparecieron nuevas potencias en la escena europea y también en el plano internacional. Se produjo la unificación nacional de Italia (1850-1871) y la de Alemania (1866-1871) que, como siempre, se realizaron por medio de la violencia y la guerra [10].

Fuera de Europa, también se produjo el ascenso de dos nuevas potencias: EEUU que, a partir de la profunda crisis que supuso la Guerra de Secesión (1861-1865) experimentó un rápido desarrollo industrial; y Japón que, obligado a abrirse al comercio internacional por la presión de las cañoneras norteamericanas (1853), inició un proceso de modernización económico-financiera, tecnológica, político-administrativa y militar, durante la llamada “era Meiji” (1868-1912) que la convirtió en una agresiva potencia imperialista en el área del Pacífico.

En cuanto a las potencias europeas, necesitaban asegurarse el abastecimiento de materias primas baratas, por ello no dudaron en repartirse sistemáticamente las colonias africanas. Con ese objeto, y por iniciativa de Francia e Inglaterra, se convocó la Conferencia de Berlín  (noviembre 1884-febrero 1885) que fue organizada por el  Canciller de Alemania Otto Von Bismarck.

Se estaban gestando las condiciones que posibilitarían la tercera reordenación del continente europeo. Pero, a diferencia de las ocasiones anteriores, esta se realizaría a través de un proceso más largo y sangriento.

La Primera Guerra Mundial (1914-1918).

Sus causas se encuentran en las contradicciones internas del sistema capitalista. Unas contradicciones que, en determinadas condiciones (sociales, económicas y políticas), se hacen especialmente agudas y empujan a la guerra a los distintos Estados burgueses. La Primera Guerra Mundial tuvo lugar durante la fase expansiva del tercer ciclo de acumulación capitalista (1893-1941). Una fase que duró aproximadamente desde 1893 hasta 1929, y en la que se inició la “segunda Revolución industrial”, que se caracterizó por el desarrollo de las industrias química, mecánica, eléctrica y automovilística.

En este caso, esas contradicciones enfrentaban a las clases dominantes (gran burguesía) de las principales potencias europeas. Alemania estaba enfrentada a Inglaterra y a Francia. Entre las distintas potencias se había iniciado una desenfrenada carrera armamentística que se manifestaba especialmente entre Francia y Alemania. Por otra parte, existía una fuerte competencia por la supremacía naval entre Alemania e Inglaterra. Por su parte, el Imperio austro-húngaro estaba siendo sacudido por los movimientos nacionales de los pueblos eslavos. También hay que tener en cuenta las aspiraciones del Imperio ruso en los Balcanes. Y, por último, la abierta competencia desatada entre las clases dominantes de los distintos Estados que, como consecuencia de los excedentes de producción cada vez mayores, necesitaban urgentemente nuevos mercados.

Antes del estallido de la guerra se produjeron cuatro crisis.

La primera fue la llamada “crisis marroquí” (1905-1906) que enfrentó a Francia y Alemania por la influencia sobre Marruecos. La segunda fue la de Bosnia-Herzegovina (1908-1909) que enfrentó a los Imperios austro-húngaro y ruso por la cuestión de los Balcanes (1ª crisis balcánica). La tercera fue la de Agadir (1911-1912) y volvió a enfrentar a Alemania y Francia por la cuestión colonial (2ª crisis marroquí). Por último, la cuarta crisis (1912-1913) también tuvo como escenario a los Balcanes (2ª crisis balcánica). En esta ocasión, Serbia, Montenegro, Bulgaria y Grecia, instigadas por Rusia, se lanzaron a la guerra contra Turquía, para expulsarla de sus últimas posesiones europeas. Aunque, posteriormente, los vencedores se volvieron a enfrentar entre sí, para lograr la hegemonía en la región y su resultado fue la expansión de Serbia hacia el oeste y el sur.

La exacerbación de las contradicciones entre las distintas potencias imperialistas europeas y las diversas crisis prebélicas, crearon las condiciones propicias para el estallido de la Primera Guerra Mundial (1914-1918), aunque el factor desencadenante de la misma fue la muerte del archiduque Francisco Fernando, heredero del trono austro-húngaro, el 28 de junio de 1914, a manos de un nacionalista serbio.

La Primera Guerra Mundial fue el mayor conflicto bélico habido hasta entonces en Europa y algunas de sus consecuencias más inmediatas, además de la enorme secuela de muerte y destrucción que provocó, fueron:

·         El inicio de una nueva (la tercera) reorganización político-territorial de Europa, que no culminaría hasta la finalización de la Segunda Guerra Mundial, casi tres décadas más tarde.

·         El triunfo de la Revolución soviética (octubre de 1917) en Rusia, cuyo desarrollo se vio favorecido por las condiciones económicas, políticas y sociales que el conflicto contribuyó a crear en aquel enorme país.

Aunque, como hemos dicho más arriba, la Primera Guerra Mundial no culminó la tercera reordenación político-territorial de Europa, como consecuencia de ella se produjeron importantes cambios en el continente:

a)    se reorganizó la Europa central y meridional. La Paz de París se firmó escalonadamente entre enero de 1919 y enero de 1920, por medio de una serie de tratados internacionales: el Tratado de Versalles, con Alemania (enero de 1919), el de Saint Germain, con Austria (septiembre de 1919),  el de Neully, con Bulgaria (noviembre de 1919), el de Trianon, con Hungría (junio de 1920) y el de Sèvres, con Turquía (agosto de 1920). La dirección de la conferencia de paz quedó en manos de los principales Estados vencedores: Francia,Gran Bretaña, Italia y EEUU. Por primera vez, una potencia emergente, no europea, participó en la guerra y en la posterior reorganización del continente.

b)    el hundimiento y posterior desmembración de los cuatro grandes imperios: el alemán, el austro-húngaro, el turco-otomano y el ruso (este último, como consecuencia del triunfo de la Revolución socialista de Octubre), dió lugar a la aparición de una serie de nuevos Estados independientes, como Austria, Hungría, Yugoslavia y Checoslovaquia;

c)    por otra parte, la Revolución de Octubre también posibilitó la creación de otros nuevos Estados (que anteriormente habían pertenecido al Imperio ruso), como Finlandia, Estonia, Letonia y Lituania, cuya independencia fue reconocida por el gobierno soviético en 1920.

El periodo de entreguerras.

Las dos décadas que mediaron entre el final de la Primera Guerra Mundial y el comienzo de la segunda, en realidad, constituyeron un “entreacto” entre dos fases de un mismo proceso ya que las contradicciones que dieron lugar al estallido de la primera gran guerra, habían quedado sin resolver al concluir ésta.

De hecho, el sistema capitalista  internacional sólo se habría podido estabilizar si  como consecuencia de la guerra hubiera surgido una potencia claramente hegemónica que ocupase el lugar que hasta ese momento había ocupado Inglaterra. La otra posible salida hubiera sido que el resultado de la guerra pudiera haber desencadenado un movimiento revolucionario triunfante capaz de superar el modo de producción capitalista en los principales países industriales de Europa.

Lo cierto es que no ocurrió ni lo uno ni lo otro y sólo se  dio una combinación de ambas salidas. El modo de producción capitalista sobrevivió en los principales países industriales y el socialismo se afianzó en Rusia pero, tras el aplastamiento de las revoluciones alemana (noviembre de 1918-enero de 1919) y húngara (marzo-agosto de 1919) no logró extenderse a otros países.

El periodo que va desde 1918 a 1939 fue un intermedio en el proceso de resolución de las contradicciones inter-imperialistas. En los dos conflictos mundiales que separa este periodo, Alemania desempeñó un papel central. Fue una especie de catalizador.

Contrariamente a lo que se ha dicho muchas veces, la primera Guerra Mundial no fue una consecuencia de las disputas coloniales, sino que fue un enfrentamiento entre dos formas distintas de expansión capitalista, entre el imperialismo colonial inglés y francés, por una parte, y el imperialismo continental alemán por otra. Y todo ello vino a coincidir con la decadencia de Inglaterra que, hasta entonces, había sido el centro del sistema internacional, que se enfrentó con el poderoso capitalismo ascendente alemán. 

Lo que realmente preocupaba a Alemania, no era el hacerse con un mayor número de colonias sino el controlar los recursos económicos (mineros e industriales) del continente, desde Bélgica y la Lorena hasta Ucrania y los Balcanes. Y, aunque Alemania fue vencida en la guerra, su poderío industrial quedó casi intacto. Por eso, después de que hubo aplastado a la revolución espartaquista, pronto volvió a reclamar su papel hegemónico como potencia industrial capitalista. De hecho, con la llegada de los nazis al poder (1933), el Tercer Reich asumió, sin apenas modificación, esa política de expansión capitalista, demostrando la continuidad de los intereses económicos de la clase dominante alemana [11].

La Primera Guerra Mundial puso fin a la fase expansiva del tercer ciclo de acumulación capitalista y dio paso a un ciclo recesivo cuyo punto más bajo se situó en 1929 (la Gran depresión) y que continuaría hasta 1941, en plena Segunda Guerra Mundial. No obstante, dentro de esta fase recesiva, también hubo un pequeño periodo de recuperación económica que es el de los años 1925 a 1929.

Esta reactivación se inició primero en EEUU (1922) y más tarde en Europa (1924-1925). Se empezaron a aplicar una serie de innovaciones, tales como:

a)    la utilización de nuevas fuentes de energía (electricidad y petróleo);

b)    se introdujeron en las empresas nuevos métodos de organización capitalista del trabajo (taylorismo, estandarización, fordismo);

c)     se produjo una acelerada concentración de capitales en grandes corporaciones (truts, cartels, holdings), principalmente en EEUU y Alemania.

A partir de entonces, los EEUU se convirtieron en la primera potencia económica mundial. Por su parte, Alemania tuvo una importante recuperación después de la reconversión del marco (1924) y la renegociación del pago de las idemnizaciones de guerra (Plan Dawes). El paro que en 1924 era de un 13,5% de la población activa, descendió al 6,7% en 1925, y en 1927 la producción industrial ya superaba los niveles anteriores a la Primera Guerra Mundial. Sin embargo, esta situación no duraría mucho.

En 1927 se inicia una crisis financiera que provoca la caída de las bolsas en Alemania, y en 1928 ocurre otro tanto en Gran Bretaña, y en febrero de 1929 en Francia. Estos fueron los precedentes del hundimiento de la bolsa de Nueva York (28 de octubre de 1929) que dio origen a un prologado periodo de deflación. A partir de ese momento, la crisis se propagó rápidamente al conjunto de la economía norteamericana, así como a otros países de Europa y del resto del mundo, dando lugar al colapso del sistema de pagos internacionales [12].

La deflación, la caída de la producción, la acumulación de grandes stocks, el desempleo masivo, la reducción del comercio internacional y el fin del sistema internacional de pagos, se extendieron por los países capitalistas más desarrollados. En EEUU el paro superó los 12 millones de personas; en Alemania, siete millones y en Gran Bretaña, tres millones. La producción industrial mundial cayó un 38% entre 1929 y 1932, y en EEUU un 50%.

Francia y Gran Bretaña, reorientaron su comercio hacia sus colonias, y los EEUU lo hicieron hacia América Latina. En esas condiciones, se fueron creando distintos bloques económicos y se establecieron restricciones al comercio internacional y a los movimientos transnacionales de capital. Por su parte, Alemania reaccionó frente al bloque económico de sus competidores capitalistas con la autarquía y el intento de expansión hacia el sudeste europeo pero, inmediatamente, se tuvo que enfrentar a Inglaterra. De la misma manera, Japón trató de aumentar la exportación de sus productos textiles hacia los países tropicales pobres, pero también se vio pronto frenado por el bloqueo impuesto por las potencias rivales. En vista de ello, Alemania y Japón, iniciaron un rápido programa de rearme.

La Segunda Guerra Mundial (1939-1945).

Las causas profundas de la guerra habría que buscarlas en los tratados de Versalles (junio 1919) que, tras finalizar la primera Guerra Mundial, no resolvieron las contradicciones inter-imperialistas que la habían originado. Pero EEUU, el nuevo país emergente ya se había situado en el centro del sistema capitalista como la primera potencia industrial.

La Segunda guerra Mundial no sólo representó la derrota de Alemania, sino que fundamentalmente supuso el hundimiento del poderío europeo. EEUU, además de destruir al imperialismo alemán, italiano y japonés, también logró disolver los monopolios imperialistas de Inglaterra, Francia, Holanda y Bélgica. A partir de entonces, se inició la reorganización de la economía mundial bajo su dirección [13].

En Europa, los aliados, vencedores de la guerra, por medio de la Conferencia de Yalta (febrero 1945) y la de Postdam (julio 1945), procedieron a un reparto de zonas de influencia que configuraban dos nuevos bloques. Uno, el occidental, bajo la dirección de EEUU y otro, el oriental, bajo la dirección de la URSS. Con ello se certificaba la tercera reorganización político-territorial del continente, esta vez con la presencia de una potencia foránea, los EEUU.

NOTAS

1.- Esta guerra comenzó como un conflicto entre el emperador y Bohemia, pero se convirtió pronto en un problema que afectaría a todo el imperio de los Habsburgo y posteriormente se extendería a toda Europa. En el marco general de esta contienda, se desarrollaron la Guerra de independencia de los Países Bajos, que había comenzado cincuenta años antes de su estallido, y la Guerra franco-española, que se inició en 1635 y se prolongó hasta la firma de la Paz de los Pirineos (1659).

La Guerra de los Treinta Años, tuvo cuatro periodos distintos: a) Periodo bohemio-palatino (1618-1623); el Periodo danés (1625-1629); el Periodo sueco (1630-1635); y el Periodo franco-sueco (1635-1648). La Guerra de los Treinta Años finalizó con la Paz de Westfalia (1648). Esta, estableció por primera vez en Europa un sistema de equilibrio político entre los distintos Estados. Con la Paz de Westfalia quedó estructurado el mapa de la Europa moderna.

2.- La guerra de independencia de los Países Bajos (1568-1648) tuvo dos fases. En la primera, los patriotas holandeses, dirigidos por Guillermo de Orange, iniciaron el levantamiento armado, formando la Unión de Utrech (1579) entre las Provincias Unidas del Norte que, en 1581 proclamaron su independencia y continuaron la guerra (en 1584 sería asesinado Guillermo de Orange) hasta la firma de la Tregua de los 12 años con el imperio. Por su parte, las provincias del Sur, de mayoría católica, formaron la Unión de Arras (1579) y aceptaron la soberanía de Felipe II. De estas últimas surgiría el núcleo de la futura Bélgica. La tregua se rompió con el estallido de la Guerra de los Treinta años (1618-1648).

A pesar de la guerra, la república holandesa no suspendió sus actividades comerciales. Así, en 1602 la  burguesía comercial holandesa fundó la Compañía Holandesa de las Indias Orientales y en 1621 la de las Indias Occidentales, cada una de ellas con ejército propio y amparadas por privilegios estatales de explotación colonial. Con ello se vino a reforzar la posición hegemónica comercial que mantenía Holanda desde finales del siglo XVI y que había hecho de Amsterdam el emporio comercial más importante de Europa.

La prosperidad económica holandesa decayó a finales del siglo XVII y el comercio fue pasando a manos de Inglaterra, aunque para ello fueron necesarias tres guerras. La primera guerra naval anglo-holandesa (1652-1654) tuvo lugar en la época de Cromwell, tras el triunfo de la primera Revolución inglesa (1648-1660). Las otras dos guerras anglo-holandesas, tuvieron lugar después de que se hubiera producido la restauración de los Estuardo, la segunda en (1665-1667) y la tercera en (1672-1674). Se da la circunstancia de que, en estas guerras, una burguesía industrial (la inglesa) venció a una burguesía comercial (la holandesa) y así pasó a ser la potencia hegemónica en el plano económico.

3.- Hay que tener en cuenta que desde principios del siglo XVII, las dos Compañías Holandesas de las Indias, atacaron sistemáticamente las posesiones coloniales hispano-portuguesas, que en aquella época estaban sometidas a un mismo poder político ya que Portugal, desde 1581, formaba parte de la Corona española.

4.- El Acta de Navegación fue promulgada en 1651, e iba dirigida a boicotear el comercio marítimo holandés. Mediante dicha Acta, todas las mercancías procedentes o dirigidas a Inglaterra debían ser transportadas en barcos ingleses.

5.- Ekkehart Krippendorff. “El sistema internacional como historia. Introducción a las relaciones internacionales”. Edit. Fondo de Cultura Económica. México, 2002. Págs. 90-95.

6.- Este embargo comercial fue proclamado por Napoleón mediante el Decreto de Berlín (noviembre 1806), después del triunfo militar sobre las tropas prusianas, en la batalla de Jena. Mediante dicho decreto se prohibió a los países ocupados por Francia, y también a sus aliados, la importación de mercancías inglesas.

7.- Se las puede considerar como una continuación de las Guerras revolucionarias francesas o Guerras de la Primera y Segunda coalición, que tuvieron lugar entre 1792 y 1801.

8.- En este periodo también tuvieron lugar los movimientos liberal-democráticos de 1820 y 1830, así como la revolución de 1848, que se extendieron por varios países de Europa. Fue en esta última cuando, por primera vez en la historia, hizo aparición la clase obrera, como clase independiente y con intereses propios.

9.- Con el desarrollo del capitalismo, a medida que se han ido produciendo cambios en el modelo de acumulación, la hegemonía económica y comercial mundial, ha ido pasando de unos países a otros. Así, con una perspectiva histórica, podemos hablar de la existencia de varios ciclos. Un ciclo genovés, que se extendió desde el siglo XV hasta principios del siglo XVII; otro ciclo holandés, que duró desde finales del siglo XVI hasta finales del siglo XVIII; un ciclo británico, que abarcó la segunda parte del siglo XVIII, todo el siglo XIX y los primeros años del siglo XX, y un ciclo norteamericano, que comenzó a finales del siglo XIX y que ha continuado hasta la fase actual de expansión financiera. Todo parece indicar que el fin de la hegemonía norteamericana está próximo y que será sustituida por la china. En definitiva, puede decirse que el “eje” de la economía mundial se ha ido desplazando de una a otra zona del Mediterráneo para pasar luego al Atlántico y después al Pacífico. Sobre estas cuestiones es interesante el libro de Giovanni Arrighi: “El largo  siglo XX”. Editorial AKAL. Madrid, 1999.

10.- Fue precisamente con ocasión de la derrota de las tropas francesas en la Guerra franco-prusiana (1870-1871) y la entrada de los alemanes en París (1 de marzo de 1871) cuando se produjo la primera revolución proletaria de la historia y los obreros de la capital francesa establecieron la Comuna de Paris que duró menos de tres meses y que acabó siendo aplastada por el ejército reaccionario francés, con la connivencia de las tropas de ocupación alemanas. En la posterior represión sobre los trabajadores revolucionarios, se calcula que se produjeron unos 20.000 fusilamientos. 

11.- Ekkehart Krippendorff. Obra citada. Págs. 113-127.

12.- En diciembre de 1928 ya se había producido la suspensión de pagos en la poderosa industria del siderúrgica de Renania-Westfalia, que provocó una fuerte recesión en Alemania.

13.- Ekkehart Krippendorff. Obra citada. Págs. 126-127.