Hace tan sólo unas semanas que culminó el proceso ABIAN,
impulsado por la Izquierda Abertzale “oficial” (en adelante IA). Desde SUGARRA, siguiendo con nuestro habitual
criterio de no interferir en dichos procesos (como tampoco lo hicimos durante
el desarrollo de Zutik Euskal Herria), ahora, una vez finalizado, nos sentimos
en la obligación moral y política de manifestar nuestra opinión sobre el mismo,
máxime cuando este ha dado lugar a la aparición de sectores abiertamente
críticos, opuestos frontalmente a la dirección actual de la IA y a la
orientación general que está imprimiendo al movimiento.
Lo primero que salta a la vista en este proceso es la
progresiva y radical disminución del número de participantes en los debates que
se han ido desarrollando a lo largo de las diferentes fases del proceso. Según
datos del diario GARA [1], en la primera fase del proceso,
celebrada entre noviembre de 2015 y enero de 2016, participaron alrededor de
9.000 personas y se realizaron unas 800 aportaciones.
En la segunda fase, celebrada desde finales de febrero a
primeros de marzo de este año, el número de participantes se había reducido a
4.782, y la tesis general fue aprobada por un 81% de los participantes. Sin
embargo en la última fase de debates, celebrada entre el 12 y el 19 de marzo,
su número se había reducido aproximadamente a unos 3.150. Lo cual revela, a
todas luces, un progresivo desinterés por la continuación del debate, a pesar
de la importancia que se atribuía a este desde la dirección de Sortu, y pone de
manifiesto el escaso apoyo que realmente han obtenido las ponencias presentadas
entre la militancia.
El proceso ABIAN ha venido a consolidar el giro
posibilista, institucionalista y reformista que la IA inició con el proceso
anterior, Zutik Euskal Herria (finalizado a principios de 2010). Por el camino,
ha ido perdiendo la mayor parte de la potencialidad revolucionaria que había
tenido y que desde SUGARRA, en su
momento, valoramos positivamente. Así, el antiguo nacionalismo de izquierda, basado en la confrontación y la lucha
(social y nacional) fue dando paso a otro tipo de nacionalismo bien distinto,
un nacionalismo reformista, basado
en la colaboración y la conciliación.
Una de las primeras reacciones ante la evolución
ideológica y política de la IA fue la constitución, a principios de 2014, de
AMNISTIA TA ASKATASUNA (ATA). Este nuevo
movimiento anti-represivo criticaba abiertamente la posición de Sortu y el
comunicado emitido el pasado 28 de diciembre de 2013 por el Colectivo de Presos
Políticos Vascos (EPPK), en el que se anunciaba su disposición a acogerse a los
“beneficios penitenciarios” legalmente reconocidos.
Pero
sería el presente año cuando surgirían nuevos posicionamientos, abiertamente críticos
con la línea oficial de la IA. El pasado 21 de mayo se presentaba en Bilbao el
colectivo ASKATASUNAREN BIDEAN (AB), haciendo acto de presencia en la rueda de
prensa convocada al efecto, frente al Teatro Arriaga, una cincuentena de
expresos y exrefugiados políticos vascos. Apenas 15 días más tarde, ve la luz
el manifiesto Aurrerantz [2].
Tanto
ATA, como AB, como el manifiesto Aurrerantz, coinciden en criticar a Sortu y al
resto de la IA el haber abandonado la exigencia de la Amnistía para los
presos-as y refugiados-as políticos-as vascos-as. Al mismo tiempo, tanto AB
como el manifiesto Aurrerantz, coinciden en denunciar el abandono por parte de
la IA de la lucha por el socialismo.
Resultaría
un tanto prematuro, en estos momentos, meternos a analizar las posiciones defendidas
por estos dos últimos, con sus distintos matices, por lo que lo haremos con más
detenimiento en próximos artículos. No obstante, queremos adelantar que desde SUGARRA
consideramos que ser abertzale no implica, necesariamente, ser nacionalista y
que, como comunistas vascos nos consideramos abertzales. De ahí que, desde un
punto de vista ideológico, como marxistas-leninistas, diferimos radicalmente
del “nacionalismo revolucionario”; aunque desde un punto de vista táctico, e
incluso estratégico, pueda haber importantes puntos de coincidencia con quienes
honestamente mantienen estas posiciones.
Pero, de momento, lo que más nos interesa es ¿a qué se debe el giro ideológico y
político dado por la IA en los últimos años? Es indudable que no se puede dar
una explicación al mismo, sin tener en cuenta la composición social de la
militancia de la IA [3], así como sus diferentes y contradictorios intereses de clase y de la
lucha de líneas, como expresión de los mismos. Como tampoco se puede explicar, sin tener en cuenta el contexto de la crisis
global del sistema capitalista y el modo en que esta ha contribuido y
contribuye a exacerbar todo tipo de contradicciones. Todo lo cual, guarda una
relación muy estrecha con el peso que ha tenido y tiene la pequeña burguesía en
el seno de la IA.
En primer lugar, hay que decir que la pequeña burguesía es una clase de transición, entre la burguesía
y el proletariado. Es una clase con un origen y una composición contradictoria.
Por una parte, es producto de la pervivencia de la producción mercantil simple
en la formación social y económica capitalista y por otra, de la rápida
incorporación de las innovaciones científico-técnicas al proceso de producción
y de distribución, así como del rápido desarrollo del aparato del Estado
burgués, como consecuencia del creciente número de funciones que éste debe
asumir en las condiciones del capitalismo desarrollado.
La pequeña burguesía está formada por los-las
propietarios-as de las pequeñas empresas de tipo familiar o sociedades limitadas
de entre 5 y 50 trabajadores-as. También forman parte de la pequeña burguesía
los trabajadores autónomos (propietarios de sus instrumentos de trabajo, pero
que no explotan trabajo asalariado) así como los miembros de las cooperativas,
propietarios privados (aunque en régimen colectivo) de los medios de producción
de las mismas.
Algunos teóricos marxistas consideran que ciertos sectores
de trabajadores y trabajadoras asalariados-as, con una elevada cualificación,
como es el caso de los técnicos y/o cuadros de las empresas [4] constituyen lo
que ellos denominan como “nueva pequeña burguesía”.
Esta clase se encuentra asfixiada por las grandes empresas
multinacionales y, por otra parte, está sufriendo una rápida proletarización,
como consecuencia del desarrollo de la crisis económico-financiera que se
inició en 2007. Por todo esto, la pequeña burguesía tiene una posición política
tímida, vacilante e inconsecuente. Y, en situaciones de profunda crisis
económica, política y social, como la que aún estamos atravesando, sus
contradicciones internas la pueden llevar y de hecho, históricamente, la han
llevado a pasarse al campo de la reacción, adoptando posiciones
contrarrevolucionarias e incluso fascistas; o a sumarse a la causa de la
revolución proletaria.
Tampoco puede ser ajeno a este giro reformista y
posibilista, el hecho de la creciente influencia que el sindicato LAB (y con
ello la IA) está alcanzando en los últimos años en la administración pública,
tanto en la CAPV como en Nafarroa e incluso en Iparralde.
Por citar sólo algunos datos: En diciembre de 2014, LAB se
presentó por primera vez a las elecciones sindicales en Iparralde y logró un
30% de los votos. Ese mismo año, en Hegoalde, ganaba las elecciones sindicales
en las Diputaciones de Bizkaia y Gipuzkoa y quedaba como 2ª fuerza en la de
Araba. En enero de 2015, LAB ganaba las elecciones sindicales en la
administración autonómica de la CAPV y en mayo del mismo año, también en la de Nafarroa;
posicionándose como 1ª fuerza en ETB, Ikastolas, Mondragon Unibertsitatea o
Metro de Bilbao [5].
Para terminar quisiéramos resaltar algunos de los rasgos
que han caracterizado el giro reformista-posibilista de la IA:
·
La
progresiva judicialización de la
actividad política, que se caracteriza por el creciente abandono de la
denuncia, la movilización y la lucha y su sustitución por el recurso, cada vez
más frecuente, al aparato judicial de la burguesía en casos de corrupción,
malversación de fondos, dilapidación de presupuesto público, etc. Siempre
contra personas concretas pero sin sacar las necesarias conclusiones de que
todo ello es una consecuencia necesaria de la actuación del sistema capitalista
y las leyes del mercado. En definitiva, una forma de aparentar que se lucha,
pro sin educar políticamente ni al pueblo trabajador ni a la militancia.
·
La
sutil manipulación del lenguaje para
ocultar, tras aparentes cambios semánticos, el cambio real en los contenidos
ideológicos y políticos. Este ha sido un aspecto que ha sido denunciado muy
acertadamente por AB.
·
Resaltar
el cada vez más utilizado argumento de la eficacia
económica como uno de los aspectos que harían necesaria la independencia de
Euskal Herria, apelando así al “egoísmo” de los sectores populares más
atrasados o desideologizados y a los intereses de clase de la pequeña y media
burguesía; ello en detrimento de otros razonamientos más ideológicos y
políticos, como es el de la opresión nacional y el de la explotación social.
·
La
evolución de la línea editorial del
diario GARA, acuñando y difundiendo la nueva terminología
ideológico-política, por una parte; así como con su posicionamiento cada vez
más benevolente para con el bloque imperialista hegemónico, EEUU y sus aliados
(UE, Israel, Arabia Saudita;…) y su actitud más agresiva hacia el bloque
imperialista ascendente, especialmente para con Rusia y sus aliados en Oriente
Medio (Irán, Siria, Hezbolá, etc.).
Hay que decir también que en este giro ideológico y
político que ha llevado a cabo la IA tiene una especial responsabilidad la
fundación de Iratzar, creada por Sortu y dirigida por Floren Aoiz, que está
actuando como un verdadero “laboratorio de ideas” en todo este proceso.
_____________________
NOTAS
1.- Ver GARA (23-04-2016).
2.- Ver: https://www.boltxe.eus/aurrerantz-1/
3.- Nos referimos a las clases sociales, capas, sectores
sociales, así como a las categorías sociales a las que pertenecen.
4.- En realidad, forman parte de las llamadas “franjas intermedias”.
Ver: Santi Ramirez. “Aproximación a un análisis de clase de Euskal Herria”. Págs.
17 y 18. Publicado en SUGARRA.