lunes, 14 de noviembre de 2016

LOS COMUNISTAS VASCOS Y LA IZQUIERDA NACIONALISTA (I)



En un análisis sobre los movimientos en el seno de la izquierda abertzale, refiriéndonos a Askatasunaren Bidea y a Aurrerantz, decíamos hace unos meses que “resultaría un tanto prematuro, en estos momentos, meternos a analizar las posiciones defendidas por estos dos últimos, con sus distintos matices, por lo que lo haremos con más detenimiento en próximos artículos” [1]. Ahora ha llegado el momento de hacerlo.
       
El manifiesto AURRERANTZ

Sobre este documento, en líneas generales, hemos constatado una coincidencia tanto en las críticas que en él se hacen a la evolución de Sortu y de la Izquierda Abertzale “oficial” hacia posiciones reformistas como en algunas de sus propuestas políticas, aunque también mantenemos unas profundas discrepancias en algunos aspectos.

1.- La V Asamblea como referente 

Esta Asamblea representó un hito en el desarrollo del MVLN, ya que en ella se abordaron algunas cuestiones de gran trascendencia para su futuro. Entre ellas, el problema interno creado a raíz de las posiciones adoptadas por la Oficina Política; y por otra parte, la definición ideológica y política de la organización.

La V Asamblea se celebró en dos partes (1ª Dic. 1966 y 2ª marzo 1967). De ello ya hace unos 50 años. En el plano internacional, estuvo enmarcada en un contexto caracterizado por dos hechos importantes: a) el auge de los movimientos anticolonialistas, de liberación nacional; y b) el surgimiento de las divergencias en el seno del Movimiento Comunista Internacional (MCI). Unos factores que, de una u otra forma, ejercieron influencia sobre su desarrollo y las resoluciones adoptadas en ella.

En cuanto al primero de dichos factores, hay que decir que en los años 60 tuvo lugar la liberación de una serie de colonias y territorios dependientes que se encontraban bajo dominación de potencias colonialistas europeas [2]. La mayoría de estos movimientos de liberación nacional, de carácter interclasista, estaban dirigidos por sectores de la burguesía nacional o de la pequeña burguesía, aunque también contasen en sus filas con militantes procedentes de la clase obrera [3]. Era la época de los grandes líderes anticolonialistas, como Sekou Touré (Guinea), Kwame Nkrumah (Ghana), Julius K. Nyerere (Tanganika), Jomo Kenyata (Kenia), y de teóricos como Frantz Fanon [4], que participó en la Guerra de Liberación de Argelia.

El segundo, fue el de la aparición pública y posterior profundización de las divergencias en el seno del MCI, entre el PCUS (Partido Comunista de la Unión Soviética), que contaba con el apoyo de la mayoría de los partidos comunistas, y el PCCh (Partido Comunista de China) y el PTA (Partido del Trabajo de Albania), que tuvo lugar entre 1961 y 1963.

Entre otras diferencias ideológicas y políticas, estaba la de una posible vía de “desarrollo no capitalista” que los teóricos del PCUS defendían para los antiguos países coloniales y que descartaba la necesidad de llevar a cabo en ellos una revolución democrático-popular, como vía específica de acceso al socialismo,  caracterizando a los nuevos Estados surgidos tras el triunfo de los movimientos de liberación nacional, como “Estados de orientación socialista”.

Por otra parte, en el Estado español se desarrollaba un periodo de crecimiento económico que se inició a partir del Plan de Estabilización de 1959 y que duró aproximadamente desde 1960 hasta 1974, coincidiendo con una fase expansiva del capitalismo. En esas condiciones comienza a organizarse un nuevo movimiento obrero y se producen las huelgas de abril y mayo de 1962. Surgen las primeras comisiones obreras. Se crea la Comisión Obrera Provincial de Vizcaya (1962), y la Comisión Obrera Provincial de Gipuzkoa (1965). En Nafarroa surgen en 1966. También comienza a tomar cuerpo un sector a la izquierda del PCE. Así, surge el PCE(m-l) en enero de 1965 y la Oposición Sindical Obrera de Euskadi (OSOE), como corriente sindical en el interior de CCOO, en marzo de 1966 y otros destacamentos de vanguardia de la clase obrera vasca.

Entre diciembre de 1966 y mayo de 1967, tuvo lugar la Huelga de Bandas, en torno a la cual se desarrolló un amplio movimiento de solidaridad, especialmente en las grandes empresas de Ezkerraldea. Todos estos acontecimientos también tuvieron su reflejo, de una u otra forma, en la celebración de la V Asamblea, en la que se crearon 4 frentes, uno de los cuales fue el Frente Obrero.

2.- El nacionalismo revolucionario como ideología

En su manifiesto-declaración, definen su ideología como “nacionalismo revolucionario”.  Por nuestra parte, entendemos que ello es una consecuencia lógica derivada de haber tomado como referencia la V Asamblea que fue donde se adoptó ese término para definir la ideología del movimiento. Sin embargo, en nuestra opinión, el empleo de dicho concepto no es correcto por varias razones.

1ª.- Aunque se añada el calificativo de “revolucionario”, el aspecto principal de su ideología lo constituye el concepto nacionalismo que tiene unas connotaciones exclusivistas, de aislacionismo y de egoísmo nacional.

El nacionalismo, como ideología, surgió a comienzos del s. XIX, paralelamente al ascenso de la burguesía industrial en toda Europa. Sin embargo, con anterioridad a la Revolución francesa, desde la misma Edad Media, ya se habían ido desarrollando las condiciones que posibilitaron su aparición [5], especialmente durante el predominio de las monarquías absolutas, en la Edad Moderna.

Las luchas contra los ejércitos napoleónicos en las naciones ocupadas, facilitaron el desarrollo del nacionalismo, al igual que ocurrió a finales del s. XVIII en el proceso de formación de las nuevas naciones americanas (EEUU) y comienzos del s. XIX (antiguas colonias españolas).

La Revolución de 1848 en Francia, Alemania y en el Imperio Austro-Húngaro, supuso la consolidación de la burguesía en toda Europa y representó un impulso al nacionalismo. Igualmente, la unificación italiana (1850-71) y la alemana (1866-1871), también fueron una consecuencia del ascenso del nacionalismo. Durante el siglo XIX, el nacionalismo fue impulsado en toda Europa por la clase social más dinámica en aquellos momentos que, generalmente, era la burguesía.

En la primera mitad del s. XX tuvieron lugar dos importantes hechos históricos en relación con el nacionalismo. Por una parte, la Revolución de Octubre de 1917 en Rusia, que dio paso a la unión libre y voluntaria de varias naciones, hasta entonces sojuzgadas por el imperio ruso, en un nuevo Estado federal, la URSS. Por otra, una serie de factores sociales, económicos y políticos, llevaron a Italia y Alemania al fascismo y al nacionalsocialismo, basados ambos en una teoría racista de la nación con la que se justificaba su expansionismo militar.

2ª.- Desde el punto de vista de los intereses de la clase obrera, no es aceptable el nacionalismo puesto que supone la división del proletariado y puede servir para justificar el anexionismo y la guerra imperialista. No obstante, debemos distinguir entre el nacionalismo propio de la nación oprimida y el nacionalismo de gran nación, de la nación dominante, al que también llamamos chovinismo.

Mientras con el primero, a pesar de las diferencias ideológicas, es posible la colaboración y por ello también el establecer acuerdos y alianzas contra el enemigo principal; no así con el segundo, con el que no cabe más que la lucha sin cuartel. Por ello, el hablar de “nacionalismo revolucionario” es una mezcla ecléctica que no consideramos conveniente utilizar.

3ª.- Lenin diferenciaba entre patriotismo y “falso patriotismo” o nacionalismo burgués. Para él, el patriotismo o amor a la patria, era “uno de los sentimientos más profundos, afianzados por siglos y milenios de patrias aisladas” [6]. Sin embargo, a medida que se iba desarrollando la lucha de clases se fue descubriendo cada vez más la falsedad y la hipocresía del “patriotismo” de la burguesía, que pone por encima de los intereses de su patria, los beneficios y “la salvaguardia de la alianza con los capitalistas de todos los países contra los trabajadores” [7]. Sobre esta misma cuestión, Mao decía: “¿Puede un comunista, que es internacionalista, ser al mismo tiempo patriota? Sostenemos que no sólo puede, sino que debe serlo” [8].

Por todo ello, desde nuestro punto de vista, no consideramos correcta la autodefinición ideológica de nacionalismo revolucionario, por ser ambigua, ecléctica y abrir la puerta a un tipo de organización interclasista que no corresponde con el que necesita la clase obrera para dirigir el proceso revolucionario vasco.

2.1.- Nacionalismo o patriotismo.

En relación con lo anterior, y sin referirnos ya a la autodefinición ideológica, consideramos correcto emplear el término de patriotismo. Y por ello en concreto nos autodenominamos abertzales, aunque no seamos nacionalistas, sino comunistas.

De hecho, tanto el nacionalismo vasco (ya sea de derecha o de izquierda) como el nacionalismo chovinista gran-español, siempre han identificado, de forma deliberada, el concepto abertzale con el de nacionalista. Por ello, establecemos una distinción clara y precisa entre ambos conceptos.

La palabra abertzale (patriota) la entendemos como un sentimiento, como una actitud hacia la patria (aberri), la tierra que nos vio nacer, y que implica amor hacia sus gentes, costumbres, cultura, historia, forma de ser,... Mientras que el concepto de nacionalista, como ya hemos visto más arriba, implica una ideología, ajena al socialismo revolucionario y al marxismo.
Por supuesto que la ideología modula ese sentimiento, esa actitud hacia la patria. Como la mayor parte de las gentes que se consideran abertzales, son nacionalistas, éstos han identificado interesadamente ambos conceptos. Por ello, hay que dejar bien claro que se puede ser abertzale sin que, necesariamente, se haya de ser nacionalista y que perfectamente se puede ser abertzale siendo comunista.


3.- Sobre la conciencia “nacional” de clase

La conciencia es la forma superior de reflejo de la realidad objetiva en el ser humano. Constituye un conjunto de procesos psíquicos que influyen activamente en el que conduce a éste a comprender el mundo objetivo y su propio ser personal. La conciencia surge y se desarrolla en íntima relación con el trabajo del ser humano, con su actividad en la esfera de la producción social. Por tanto, la conciencia es un producto del desarrollo social y no existe al margen de éste. Pero la realidad objetiva es compleja. En ella se desarrollan múltiples procesos que interactúan entre sí de forma dialéctica, es decir, contradictoria. Y esas contradicciones se reflejan, del mismo modo, en nuestra conciencia. Uno de ellos es el hecho nacional.  

A lo largo de muchos años se ha establecido una falsa dicotomía entre lo que se denominaba “lucha de clases” y “lucha nacional”, haciendo así referencia a dos fenómenos, aparentemente distintos, cuyo reflejo lo constituían dos formas de conciencia social, la “conciencia de clase” y la “conciencia nacional”. Estableciéndose entre ambas una separación metafísica, que correspondía a una concepción idealista de la nación. Sin embargo, como marxistas, debemos sustituir esa antigua concepción por otra nueva, materialista.

En cuanto a la primera forma de entender la nación, consistía en considerarla como un ente inmutable y eterno, situado al margen y por encima de las personas y de las clases. Respecto a la segunda, consiste en concebir la nación como un fenómeno histórico, y por tanto cambiante, que posee una base material.

En ese sentido, podemos decir que la nación es un ámbito en el que se producen y reproducen tanto el capital como la fuerza de trabajo, en el que se producen y reproducen las fuerzas productivas y las relaciones de producción. Por tanto, la nación es un ámbito en el que se producen y reproducen las clases y la lucha de clases. Así entendida, la nación es un conjunto de condiciones de producción [9].

Como dice el profesor Carlos Barros:

“La lucha de clases y la lucha nacional tienen un origen común, la lucha por las condiciones de producción, pero no alcance diferente: las clases pueden cambiar la base económica, las condiciones de producción, las naciones también, pero a través de las clases. La primacía de las clases se deduce también de la propia delimitación que hace Marx de las condiciones de producción de las sociedades burguesas, sean nacionales, sea en general, trabajo asalariado y capital, en suma, clase obrera y capitalista;…” [10].

Es por ello que el hablar de “conciencia nacional de clase” nos parece una redundancia que, además, tiende a mantener esa diferenciación metafísica a que nos referíamos más arriba. Además, con ese enunciado se resalta más el concepto de lo “nacional”, que sería lo esencial, lo más importante, empleándose el término de “clase” únicamente de modo secundario.

Por otra parte, el uso de este término podría llegar a tener en el futuro unas implicaciones que serían muy negativas para el desarrollo del movimiento revolucionario en Euskal Herria. En base a una diferenciación entre “conciencia de clase” y “conciencia nacional de clase”, se podría llegar a renunciar al trabajo político entre aquellos sectores de la clase obrera que se considerase carentes de “conciencia nacional”, es decir que fuesen considerados como “españolistas”, aunque tuvieran cierto nivel de conciencia de clase. De esta manera, se podría abandonar a dichos sectores a la influencia reformista.

Hay que tener en cuenta que el reflejo de una realidad compleja y contradictoria en el ser humano, es también contradictorio, y la aprehensión de los distintos aspectos que la componen se realiza de forma desigual o lo que es lo mismo, que se puede tomar conciencia de algunos de ellos antes que de otros. Y eso puede ocurrir, por ejemplo, con el aspecto nacional y el de clase.

La propia forma de entender la conciencia de clase ha sufrido una profunda evolución desde los primeros tiempos del capitalismo hasta nuestros días. Así, por ejemplo, al principio tenía un carácter más simple, cuando la clase obrera luchaba contra las largas jornadas de trabajo, los bajos salarios, unas condiciones de trabajo dignas (por ejemplo, cuando se obligaba a los mineros a vivir en los barracones de la empresa y a comprar en los economatos de los capataces, etc.). Era una conciencia de clase más primitiva, “obrerista”.

A medida que el capitalismo se ha ido desarrollando, se han puesto en evidencia muchas de las profundas contradicciones que aquel genera. Así, por ejemplo, hoy día somos conscientes de que algunos Estados burgueses (como, por ejemplo, el español) y por ello también la explotación capitalista, se asientan en la opresión nacional sobre las distintas naciones que existen en el territorio sometido a su administración.

Por otra parte, también somos conscientes de que el capitalismo ha llegado a imbricarse con el sistema patriarcal, manteniendo así la opresión sobre las mujeres; igualmente, que la destrucción sistemática de la naturaleza, es un efecto de la acción irracional y depredadora del capitalismo. Por ello, podemos decir que, con el desarrollo del capitalismo, la conciencia de clase se ha elevado a un nivel superior haciéndose más variada y compleja, de tal manera que ha llegado a subsumir, integrándolos en ella, nuevos aspectos que hasta ahora no había tenido, como son el patriotismo, el feminismo, el ecologismo, el internacionalismo, etc. De ahí que nuestra opinión es la de mantener la denominación de conciencia de clase, integrando en ella los aspectos que acabamos de enumerar, o, en todo caso, hablar de una “nueva conciencia de clase” si queremos hacer hincapié en este sentido más amplio.  

También debemos considerar, aunque sea a modo de hipótesis, que una vez que  hayamos alcanzado la independencia y constituido el Estado Socialista Vasco, podría darse la situación de que en el resto del Estado español, o en una parte del mismo, se llegase a instaurar un régimen progresista o incluso revolucionario. En ese caso, tal vez pudiera ser interesante, desde el punto de vista del internacionalismo proletario, formar algún tipo de unión o confederación, siempre de forma libre y voluntaria y en base al pleno respeto de la soberanía de Euskal Herria. Y esta es una cuestión a la que no debiéramos mantener, a priori, una posición cerrada. Sin embargo, desde una postura nacionalista eso no sería posible.

4.- El tipo de organización: partido o movimiento

Dicen, muy acertadamente, en la pág.3 del citado manifiesto-declaración que “La lucha del pueblo trabajador vasco no es para realizar una revolución democrática, sino una revolución socialista”. Y también añaden que “El sujeto activo de esta revolución es el Pueblo Trabajador Vasco…”. Sin embargo, el PTV, en sí mismo, no es homogéneo, no constituye una clase social, sino que tiene un carácter complejo, ya que está formado por toda una serie de clases, fracciones de clase, franjas y/o capas sociales, etc. que comparten unos mismos intereses, pero que también tienen una serie de contradicciones entre ellas [11].

En este conjunto tan heterogéneo, aunque exista una coincidencia objetiva en la necesidad de avanzar hacia el socialismo, no todos los componentes tendrán una misma concepción de lo que éste significa, ni tendrán un similar nivel de conciencia revolucionaria. Además, la ideología propia de cada uno de estos sectores se reflejará inevitablemente en la organización, como se reflejarán los miedos, vacilaciones e inconsecuencias de la pequeña burguesía, que (potencialmente) puede ser una de las clases que configuren el PTV.

Sin embargo, la clase obrera, el proletariado, por el lugar que ocupa en la estructura económica y social, es la única clase objetivamente interesada en desarrollar el proceso revolucionario, la Revolución Vasca, hasta sus últimas consecuencias, es decir hasta la sociedad sin clases, o lo que es lo mismo, hasta el comunismo.

Es por ello que la clase obrera, además de establecer todas las alianzas que sean necesarias con las fuerzas políticas representativas de otros sectores populares, necesita mantener su independencia de clase de una manera escrupulosa e intransigente. Y eso, no se lo puede garantizar un movimiento interclasista. La clase obrera, el proletariado vasco, necesita dotarse de un instrumento propio de difusión ideológica e intervención política, y ese no es otro que un partido comunista de Euskal Herria.

Entendemos sus reticencias y desconfianzas hacia una estructura organizativa de tipo partido, pero consideramos que están injustificadas, pues de ella no se deriva necesariamente que haya de surgir siempre, en cualquier circunstancia, una relación “dirigista” (autoritaria y burocrática, basada en el “ordeno y mando”) del partido revolucionario hacia los movimientos populares. Todo dependerá de si ese partido es o no verdaderamente democrático, de si posee o no una línea clara y definida de intervención en los distintos movimientos populares. SUGARRA ya ha desarrollado un esbozo de lo que debiera ser esa línea de actuación [12].

5.- Algunas concrecciones.

Estamos de acuerdo con el documento citado en que Euskal Herria es un marco autónomo de lucha de clases. También en que la revolución pendiente no es de tipo democrático, sino socialista; así como en que el sujeto de la misma debe ser el Pueblo Trabajador Vasco. Aunque creemos oportuo matizar que éste habrá de ser dirigido por la clase obrera.

También coincidimos en la necesidad de la independencia de Euskal Herria y de la construcción de un Estado vasco, que nosotros consideramos que habrá de tener un carácter socialista. Además, SUGARRA considera que podría ser conveniente que, en determinadas condiciones, el ESV pudiera establecer una relación confederal con otros Estados, basada siempre en el pleno respeto a la soberanía vasca.

No estamos de acuerdo en que la ideología de la vanguardia deba ser el nacionalismo revolucionario. SUGARRA considera que esta habrá de ser el marxismo-leninismo. Tampoco coincidimos en que el modelo organizativo deba consistir en una estructura interclasista, de movimiento, en la que también se incluyan los movimientos populares. Por nuestra parte, defendemos la estructura de un partido de clase (comunista), basado en el centralismo democrático; y que sean sus militantes quienes participen en los movimientos populares.

Además, consideramos que las tareas fundamentales de este partido consistirán en: agrupar, en un bloque revolucionario, al conjunto del Pueblo Trabajador Vasco en torno a la clase obrera; atraer a las capas inferior e intermedia de la pequeña burguesía vasca, que constituirían un bloque de apoyo para el anterior; neutralizar, si fuese posible, a la capa superior de la pequeña burguesía y a la fracción nacionalista de la burguesía media; con objeto de aislar y vencer al enemigo principal, la gran burguesía española y sus aliados [13].

Por último, no compartimos el concepto de conciencia “nacional” de clase, sino que defendemos una forma nueva de conciencia de clase, más elevada y compleja, en la que se integren el patriotismo, el feminismo, el ecologismo, etc., en consonancia con la complejidad que ha llegado a tener el capitalismo en la época actual.   

NOTAS

1.- Ver: “Movimientos en la izquierda abertzale”. (SUGARRA 21-06-2016).

2.- A continuación se enumeran los más significativos. Aunque varios de estos nuevos Estados han cambiado de nombre, empleamos los nombres antiguos. Son los casos de la Somalia italiana (1960); Benin, Alto Volta, Camerún, Chad, Congo-Brazzaville, etc., que se independizaron de Francia ese mismo año. También el del Congo “belga”, así como Tanganika, Sierra Leona y Kuwait, que se independizaron del Reino Unido.

3.- La única excepción fue el caso de Vietnam, donde la clase obrera ejerció el papel dirigente del movimiento de liberación.

4.- Frantz Fanon (1925 –1961). Nacido en Martinica. Fue un revolucionario, psiquiatra, filósofo y escritor, cuya obra tuvo una gran influencia en los movimientos y pensadores revolucionarios de los años 60 y 70 del siglo XX. Es conocido como un teórico radical en la cuestión de la descolonización y en la psicopatología de la colonización. Apoyó la lucha argelina por la independencia y fue miembro del FLN (Frente de Liberación Nacional). Su vida y sus trabajos, especialmente “Los condenados de la tierra”, han influido e inspirado a los movimientos de liberación nacional (anticolonialistas) durante más de cuatro décadas.

5- Desde la Baja Edad Media ya aparece lo que se podría denominar un “protonacionalismo”.

6.- Ver: V. I. Lenin. “Las preciosas confesiones de Pitirim Sorokin”. Artículo escrito el 20 de noviembre de 1918. Publicado el 21 de noviembre de 1918 en el núm. 252 de Pravda. Recopilado en V. I. Lenin. “Sobre el internacionalismo proletario”. Akal Editor. Madrid, 1975. Pág. 219.

7.- Ver: V. I. Lenin. Obras Completas. Tomo XXVII. Pág. 330.

8.- Ver: Mao Tse-tung. “El papel del Partido Comunista de China en la Guerra Nacional”. O.E. Tomo II. Editorial Fundamentos. Madrid, 1974. Pág. 202.

9.- Ver: “Sobre el ámbito organizativo del partido” (SUGARRA 07-04-2011).

10.-Carlos Barros. “La base material e Histórica de la nación en Marx”. Universidad de Santiago de Compostela.

11.- Ver: Santi Ramirez. “Aproximación al análisis de clase de Euskal Herria”. Un Socialismo para la Euskal Herria del siglo XXI. Formazio Koadernoak. GITE-IPES. Pág. 156.

12.- Ver: “Los comunistas y las masas” (SUGARRA 19-04-2016).

13.- Ver: “Nuestros planteamientos estatégicos”. (SUGARRA 11-09-2014)