Desde hace varios meses, en
Venezuela se vive una situación de aguda crisis política en la que los sectores
reaccionarios y pro-imperialistas, organizados en torno a la plataforma
denominada Mesa de Unidad Democrática (MUD), que disponen de una representación
mayoritaria en la Asamblea Nacional [1], movilizan diariamente, en las calles
de Caracas y otras ciudades, a miles de sus partidarios en un intento de
derribar al gobierno de Nicolás Maduro.
Estas movilizaciones, que en muchas
ocasiones son simultáneas a las “guarimbas” [2], están dando lugar a fuertes
enfrentamientos entre los sectores populares que apoyan al gobierno y aquellos
otros que tratan de derrocarlo por todos los medios y que no dudan en recurrir
al empleo de mercenarios y grupos paramilitares, con objeto de tensar al máximo
la situación y provocar un golpe militar o justificar una intervención
extranjera. Resulta significativo que las movilizaciones promovidas por estos
sectores se han ido acrecentando desde que Donald Trump accedió a la presidencia
de EEUU.